LONDRES (De una enviada especial).- Más allá de la pasión que genera, el fútbol es un recurso privilegiado para sintetizar temas tan complejos como la descarbonización del transporte marítimo: se puede ser el Messi de una negociación o una organización tan inútil como la FIFA (Federación Internacional del Fútbol).
Tras dos semanas de encendidos debates y negociaciones, la Organización Marítima Internacional (OMI) adoptó una estrategia revisada para reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) del sector (aunque es responsable del 3% de las emisiones totales, si fuera un país, la industria marítima ocuparía el sexto puesto en el ranking de contaminadores globales).
En la 80 reunión del Comité de Protección del Medio Marino (MEPC 80), los 175 Estados miembros del organismo de las Naciones Unidas resolvieron por consenso fijar nuevas metas para la descarbonización del sector marítimo mediante la instrumentación de una canasta de medidas técnicas y económicas, cuyos efectos se analizarán antes mediante un estudio de impacto.
Cero neto para 2050
La Estrategia 2023 prevé que el sector marítimo internacional llegue a emisiones netas nulas (cero neto) en 2050 gracias a la combinación de medidas como el mejoramiento de la eficiencia de los buques, y el desarrollo y adopción de combustibles alternativos menos contaminantes y nuevas tecnologías.
Si los tiempos establecidos se cumplen, el paquete de medidas se adoptaría en 2025 y las mismas entrarían en vigor en 2027. Se fijaron además “puntos indicativos” intermedios:
- 2030. El compromiso acordado señala que para entonces se habrán debido reducir las emisiones “en al menos 20% esforzándose por alcanzar 30%” en comparación con 2008.
- 2040. Reducir las emisiones “en al menos 70% esforzándose por alcanzar 80%” en comparación con 2008.
La nueva estrategia establece que se debe instrumentar una cesta de medidas que combine elemento un elemento técnico y otro económico (basado en un mecanismo de tarificación de las emisiones marítimas de GEI) para cumplir con los objetivos de reducción.
Fue precisamente el “elemento económico” el punto que generó mayores diferencias durante la negociación.
Dirección, visión y ambición
El Secretario General de la OMI, Kitack Lim, señaló que lejos de ser el punto final, la adopción de la nueva estrategia es el punto de partida para un trabajo que debe intensificarse en los próximos años, y destacó que ahora el organismo tiene una dirección clara, una visión común y unos objetivos ambiciosos para atender una cuestión crucial como la del cambio climático.
“Tenemos que prestar más atención al apoyo a los países en desarrollo para que nadie se quede atrás”, admitió en su discurso de cierre.
En contraste con la tensión de los días previos, el clima que ayer se respiraba en el recinto fue, mayoritariamente, de alivio.
Los representantes de los territorios insulares (como Tuvalú, las Islas Marshall y Salomón), promotores de la instauración de un impuesto universal obligatorio de US$100 por tonelada de emisión y voceros de las posturas más duras respecto del nivel de ambición de las metas y los plazos para alcanzarlas (el aumento del nivel del mar podría hacer desaparecer sus países) admitieron que no se logró todo lo que esperaban.
A lo largo de las diferentes intervenciones resaltaron que con lo acordado no se podrá mantener el incremento de la temperatura global por debajo de 1,5 ºC, tal como pide el Acuerdo de París de 2015, pero dijeron que desde una postura realista saben que para “orientar a la industria marítima” en el camino ambiental se debe ir paso a paso.
Los europeos –en el grupo que demandaba mayor ambición en las metas- prefirieron poner el foco en la mejora lograda respecto de la estrategia original, que estipulaba que hacia 2050 el transporte marítimo internacional reduciría el 50% de sus emisiones (en la revisión aprobada debe llegarse a cero emisiones netas para 2050).
Enfrente, los delegados de América latina (el Mercosur funcionó aquí como bloque homogéneo, y a excepción de la tibieza de México y la disidencia de Costa Rica, logró sumar a todos los países de la región a su postura) también celebraron.
“Cada negociación tiene su historia. En este caso, la confianza fue lo que permitió lograr un acuerdo que da una señal unívoca al sector respecto de la dirección hacia la descarbonización”, dijo el representante de Brasil.
Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile volvieron a enfatizar que los impactos del cambio climático son una preocupación genuina en países que en los últimos años han sufrido fuertes fenómenos como inundaciones, incendios y sequías, y que la industria naviera debe reducir sus emisiones para contribuir a la lucha contra el tema, pero que las herramientas que se utilicen deben evitar que se generen distorsiones al comercio, afectar la seguridad alimentaria y penalizar económicamente a los países en desarrollo, en especial a los que están geográficamente distantes de sus mercados.
Decepción de los ambientalistas
Por el contrario, entre los representantes de las numerosas organizaciones medioambientales que participan de las reuniones primó la decepción.
“No hay excusas para este acuerdo de deseos y plegarias. Sabían lo que exigía la ciencia y que una reducción del 50% de las emisiones para 2030 era posible y alcanzable. Lo acordado no permitirá mantener el calentamiento global por debajo de 1,5ºC, y el lenguaje parece concebido para ser vago y no comprometedor. Los más vulnerables opusieron una admirable resistencia en favor de una gran ambición y mejoraron significativamente el acuerdo, pero aún estamos muy lejos de que la OMI trate la crisis climática con la urgencia que merece y que exige la opinión pública”, dijo John Maggs, Presidente de Clean Shipping Coalition.
Nota de: TraderNews